Nuestros
cerebros no se han adaptado a gestionar dinero, así que tenemos que hacer un
esfuerzo para aprender a hacerlo. Odio todo lo relacionado con el dinero:
contarlo, administrarlo, gastarlo… De hecho, lo único que odio más que tener
que gestionar dinero es no tener dinero que gestionar. Así que tengo que
intentar saber gestionarlo.
Pero
lo cierto es que no se me da muy bien analizar opciones y decisiones
financieras con las que no estoy familiarizada. Sé que gastarme 25 dólares en
un solomillo de ternera de pastoreo que alimentará a una persona en una comida
es una pérdida de mi dinero, cuando por ese dinero puedo comprar dos filetes de
aguja con los que puede comer toda una familia una semana. Este tipo de
cálculos son los que he aprendido a hacer a medida que nuestra familia
ha ido creciendo y me siento bastante cómoda con ellos.
Pero
si me pides que sopese los tipos de interés y el rendimiento potencial de una
inversión, lo más probable es que te mire con cara de desconcierto y la
mandíbula desencajada. No sé cómo procesar esas decisiones y esto es algo por
lo que he sentido vergüenza durante años. Se supone que los adultos han de ser
capaces de hacer cosas así, ¿verdad?
Pues lo
cierto es que no. En un estudio reciente patrocinado por la empresa aseguradora
Northwestern Mutual, pegaron electrodos a la cabeza de unos voluntarios y descubrieron
que las decisiones financieras implican un considerable estrés cerebral. De
hecho, nadie es simplemente “capaz” de hacer ese tipo de valoraciones, ni
siquiera Jon Byman, escritor de planificación financiera, que descubrió que sus ondas cerebrales se estresan tanto como
las de los demás. Según explica, el motivo por el que nuestros
cerebros tienen que esforzarse tanto para procesar decisiones económicas es que
todavía nos estamos adaptando a
nuestro nuevo entorno evolutivo.
El
neurocientífico Sam Barnett afirma
que la razón por la que las finanzas estresan nuestro cerebro es que no fue diseñado para trabajar bien con dinero.
“El cerebro es un órgano increíble”, expresa Barnett. Está diseñado para
adaptarse a nuevas situaciones. “Sobrevivimos no porque fuéramos más rápidos y
fuertes que los animales, sino porque podemos adaptarnos”, continúa. “Pero para
hacer eso, tenemos que poner esfuerzo”.
Y
aprender sobre finanzas requiere mucho esfuerzo, explica, porque todavía nos
estamos adaptando. “No nacimos con la capacidad para procesar una decisión
financiera. No es algo que nuestros ancestros necesitaban hacer hace miles de
años”, manifiesta Barnett.
Esto tiene
mucho sentido y es algo tremendamente tranquilizador.
Resulta que mi incapacidad para las planificaciones económicas no es un caso
sin remedio, simplemente es que no he hecho el esfuerzo necesario para
aprender. Y hace falta mucho esfuerzo.
Sin embargo,
el estudio descubrió que trabajar
con alguien más, como un planificador financiero, reduce el estrés
cerebral y también incrementa la concentración. Además, mejora
significativamente nuestra capacidad para reconocer y entender conceptos
decisivos.
Así que, si
tienes problemas con la planificación económica, que no te avergüence. No te
falta madurez ni has perdido ningún tornillo, sencillamente todavía no has
educado a tu cerebro para que se adapte. Y tendrías mucho más éxito si
recurrieras a un planificador financiero para ayudarte a aprender.
aleteia
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