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martes, 19 de diciembre de 2017

Cómo el dinero estresa a tu cerebro y qué hacer al respecto.

Nuestros cerebros no se han adaptado a gestionar dinero, así que tenemos que hacer un esfuerzo para aprender a hacerlo. Odio todo lo relacionado con el dinero: contarlo, administrarlo, gastarlo… De hecho, lo único que odio más que tener que gestionar dinero es no tener dinero que gestionar. Así que tengo que intentar saber gestionarlo.
Pero lo cierto es que no se me da muy bien analizar opciones y decisiones financieras con las que no estoy familiarizada. Sé que gastarme 25 dólares en un solomillo de ternera de pastoreo que alimentará a una persona en una comida es una pérdida de mi dinero, cuando por ese dinero puedo comprar dos filetes de aguja con los que puede comer toda una familia una semana. Este tipo de cálculos son los que he aprendido a hacer a medida que nuestra familia ha ido creciendo y me siento bastante cómoda con ellos.
Pero si me pides que sopese los tipos de interés y el rendimiento potencial de una inversión, lo más probable es que te mire con cara de desconcierto y la mandíbula desencajada. No sé cómo procesar esas decisiones y esto es algo por lo que he sentido vergüenza durante años. Se supone que los adultos han de ser capaces de hacer cosas así, ¿verdad?
Pues lo cierto es que no. En un estudio reciente patrocinado por la empresa aseguradora Northwestern Mutual, pegaron electrodos a la cabeza de unos voluntarios y descubrieron que las decisiones financieras implican un considerable estrés cerebral. De hecho, nadie es simplemente “capaz” de hacer ese tipo de valoraciones, ni siquiera Jon Byman, escritor de planificación financiera, que descubrió que sus ondas cerebrales se estresan tanto como las de los demás. Según explica, el motivo por el que nuestros cerebros tienen que esforzarse tanto para procesar decisiones económicas es que todavía nos estamos adaptando a nuestro nuevo entorno evolutivo.
El neurocientífico Sam Barnett afirma que la razón por la que las finanzas estresan nuestro cerebro es que no fue diseñado para trabajar bien con dinero. “El cerebro es un órgano increíble”, expresa Barnett. Está diseñado para adaptarse a nuevas situaciones. “Sobrevivimos no porque fuéramos más rápidos y fuertes que los animales, sino porque podemos adaptarnos”, continúa. “Pero para hacer eso, tenemos que poner esfuerzo”.
Y aprender sobre finanzas requiere mucho esfuerzo, explica, porque todavía nos estamos adaptando. “No nacimos con la capacidad para procesar una decisión financiera. No es algo que nuestros ancestros necesitaban hacer hace miles de años”, manifiesta Barnett.
Esto tiene mucho sentido y es algo tremendamente tranquilizador. Resulta que mi incapacidad para las planificaciones económicas no es un caso sin remedio, simplemente es que no he hecho el esfuerzo necesario para aprender. Y hace falta mucho esfuerzo.
Sin embargo, el estudio descubrió que trabajar con alguien más, como un planificador financiero, reduce el estrés cerebral y también incrementa la concentración. Además, mejora significativamente nuestra capacidad para reconocer y entender conceptos decisivos.
Así que, si tienes problemas con la planificación económica, que no te avergüence. No te falta madurez ni has perdido ningún tornillo, sencillamente todavía no has educado a tu cerebro para que se adapte. Y tendrías mucho más éxito si recurrieras a un planificador financiero para ayudarte a aprender.



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