Un consejo
valioso para la educación de los pequeños. Yo no he leído todos
los libros de psicología infantil, ni he hecho ningún curso de cómo evitar /
interrumpir / acabar con el berrinche de un hijo. Pero a causa de una
experiencia personal relacionada con mi hija de 5 años, quisiera compartir
contigo una “fórmula” que aprendí recientemente para que logres cambiar el
rumbo de las cosas con tus hijos que insisten en hacer un drama por cualquier
cosa.Antes
que nada, necesito contarte una historia. Mi hija entró a la guardería, y
estaba un poco ansiosa, siempre repetía que no iba a hablar sobre las
primeras semanas de escuela, quedándose un poco nerviosa. Y ese comportamiento
terminó saliéndose de control en casa: ella aumentó los momentos de hacer
drama por cualquier cosa, incluso las más simples. Por
indicación de la escuela, buscamos una psicóloga infantil para algunas
sesiones, para que Alice pudiera hablar sobre lo que estaba sintiendo y así las
cosas pudieran calmarse.
De
entre los varios consejos que la psicóloga Sally Neuburger dio, uno me pareció
fantástica, a pesar de ser simple, y es exactamente por eso que me gustaría
contarlo aquí.
La psicóloga
me explicó que necesitamos hacer
que el niño se sienta respetado, en el sentido de dar valor a lo que él está
sintiendo. Y así, a la hora de una crisis, sea por el motivo que
sea, un niño a partir de los 5 años necesita ser atendido, es decir, pensar
y encontrar la respuesta sobre lo que le está sucediendo.
Esta
valoración que hacemos sobre lo que le está pasando y, al mismo tiempo, el
hecho de incluirlo en la solución de
la cuestión desmonta la creación del caso.
De forma más
objetiva: cuando empieza un berrinche – sea porque el brazo de la muñeca se
salió de su lugar, sea porque es la hora de dormir, sea porque la
tarea de la casa no salió del modo como quería, sea porque no quiere hacer
una tarea– sea el motivo que sea, podemos
hacerle la siguiente pregunta al niño, mirándolo a los ojos y con bastante
calma: “¿Este es un problema grande, un problema mediano o un problema
pequeño?”.
Esos
momentos de pensar al respecto de lo que sucede a su alrededor, sinceramente,
por lo menos aquí en casa, se volvieron mágicos. Y todas las veces que hago la
pregunta ella responde, y se encuentra la manera de resolver el problema a
partir de su percepción de dónde buscar la solución.
Uno pequeño
es siempre rápido y tranquilo de resolver. Uno que el niño considere mediano,
muy probablemente será resuelto, pero no en el mismo instante y él entenderá
que hay cosas que necesitan algún esfuerzo para que sucedan. Si un problema
fuera grave –y obviamente que grave en la cabeza de un niño no puede ser algo
que se desprecie, aunque a la gente le parezca tonto– tal vez requiera más
conversación y atención para que entienda que hay cosas que no salen
exactamente como uno quiere.
Podría dar varios
ejemplos de cuándo uso esta preguntita últimamente. Uno de ellos fue a la
hora de escoger la ropa para ir a la escuela. Aquí no llevan uniforme. y muchas
veces mi hija hace una escena para escoger la ropa, especialmente ahora en que
es necesario llevar ropa de frío.
Para resumir:
ella quería unos pantalones, sus preferidos se estaban lavando, empezó a llorar
y yo firme: Alice, ¿este es un problema grande, mediano o pequeño? Ella, sin
mucha gracia, mirándome, dijo bajito: “Pequeño”. Y yo una vez más le expliqué
que ya sabíamos que los problemas pequeños son fáciles de resolver.
Le
pedí su sugerencia sobre cómo resolverías este problema pequeño (aprendí
que es importante darle tiempo para
que ella piense y responda) y ella: “Escogiendo otro pantalón”. Y yo
añadí: “¿Y tienes más de un pantalón para escoger?”. Ella sonrió y fue a buscar
otro pantalón.
La felicité por haber resuelto el problema porque, claro, dar
valor a la solución es una parte imprescindible para cerrar la historia.
Pienso que no
existen los milagros en la educación de los hijos. El otro día estaba pensando
que realmente es una verdadera historia esta misión de poner gente en el
mundo: atravesar todas las fases, andar caminos que a veces nos hacen caer en
emboscadas, tener la humildad de volver atrás y retomar otra senda. Este
texto es sinceramente una gran voluntad de compartir una luz que apareció en mi
camino de mamá y espero de corazón que te sirva a ti también.
Por
Fabiana Santos, periodista, casada, madre de Felipe, de 11 años, y de Alice, de
5. Ellos viven en Washington DC. Las respuestas al “problema pequeño” están
subiendo como espuma y ahora Alice hasta ríe avergonzada con el inicio de un
berrinche sin sentido. Ya hubo veces en que ella fue sincera en decir:
“Pienso que eso ni siquiera es un problema, mamá”.
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