Quizás los está tomando por más tiempo de lo
recomendado. Sherry Herman estaba mirando la televisión cuando
apareció un aviso en la pantalla. Un estudio de abogados estaba buscando a
pacientes para una demanda colectiva, sugiriendo una relación entre ciertas
píldoras para la acidez estomacal y la enfermedad renal crónica, incluyendo las
cápsulas color beige que ella ha tomado por años. Dije,
‘oh Dios mío… ¡soy yo!’”, contó Herman, un ama de casa de 50 años de Dayton, Ohio.
Herman había estado tomando desde 2004 una droga conocida como inhibidora de la
bomba de protones (o PPI) para la enfermedad del reflujo gastroesofágico. Pensando que era “una droga muy segura”, tomó el
medicamento recetado por una década, aunque la etiqueta recomendaba que solo se
consumiera de cuatro a ocho semanas. Entonces, en 2014, fue diagnosticada con
enfermedad renal crónica. “Fue un gran shock porque nadie en mi familia la
padece”, dijo. No tenía factores de riesgo para la condición, como por ejemplo
una hipertensión mal controlada.
Un
creciente número de investigaciones sugiere que la popular droga que ayudó a su
estómago podría haberla dejado –a ella y a un número de pacientes como ella-
con un problema médico potencialmente mucho más serio. Una nueva investigación
ha vinculado a los PPI, con graves efectos secundarios, incluyendo enfermedad
renal crónica, y demandas presentadas recientemente alegan, entre otras cosas,
que los que producen la droga deberían haber sabido sobre sus daños
potenciales. El riesgo de enfermedad renal crónica es tanto como 50% más alto
en personas que han tomado la droga comparado con las que no, aunque no se ha
demostrado ningún vínculo causal y los fabricantes dicen que son seguras.
Las
farmacéuticas defienden fuertemente sus productos. AstraZeneca está “confiada
en la seguridad y eficacia de Nexium y Priloxec cuando se usa de acuerdo con
las instrucciones aprobadas por la FDA”,
dijo la vocera Abby Bozarth en una declaración a través de un correo
electrónico. Los inhibidores de la bomba de protones, como Nexium y Prilosec,
entre otras marcas, son éxito de ventas en los Estados Unidos. Con 15.3
millones de recetas emitidas solo en 2013, se los considera altamente efectivos
para aliviar el reflujo gastroesofágico, así como también para prevenir y
tratar las úlceras.
Ampliamente
publicitados, se los receta frecuentemente incluso para una indigestión menor,
con sucesivas renovaciones que llevan al uso crónico, aunque fueron aprobados
por la Administración de Drogas y Alimentos (FDA) para
tratamientos de corto plazo. Estudios han mostrado que
los PPIs podrían estar siendo recetados
innecesariamente en casi dos tercios de las veces. Y no es extraño que los
pacientes tomen los antiácidos por años, aunque sus etiquetas recomiendan
tratamiento limitado a pocas semanas o meses. El resultado es ventas de miles
de millones al año para las compañías farmacéuticas, de acuerdo con datos de la
firma de inteligencia comercial EvaluatePharma (en inglés).
Diez millones de estadounidenses
toman las drogas, ya sea recetadas o en su formulación de venta libre. Teniendo
en cuenta estos números, los críticos dicen que incluso la sugerencia de riesgo
es un problema para un medicamento que está sobre recetado por los médicos y
utilizado de manera inapropiada por los pacientes. “Cuando los
pacientes se quejan de molestias gastrointestinales, es fácil solo recetar un
PPI”, dijo Steven Chen, doctor en farmacia y decano asociado para asuntos
clínicos en la Escuela de Farmacia de la Universidad del Sur de California. Una
vez que los pacientes empiezan a tomar la droga, es fácil “olvidar que pueden
no necesitarla por largo tiempo”.
Alimentando
el debate está el cuestionado sistema de monitoreo de la FDA que, dicen expertos, está pobremente equipado para rastrear
efectos secundarios. Sin un sistema universal y obligatorio para hacer
seguimiento del uso de drogas y de sus efectos secundarios a lo largo del
tiempo, se depende de fabricantes, médicos y pacientes para transmitir
sospechas de daño como parte de un sistema mayoritariamente voluntario. El doctor Sammy Almashat, del grupo de investigación Public Citizen, dijo que sólo una
pequeña fracción de los efectos secundarios se reportan a la FDA y la base de datos está “subutilizada” por investigadores y
reguladores. “Hacemos lo que podemos en
este país con lo que se nos da. No es mucho”.
Regalo de Dios con
incertidumbres. Los PPI,
que llegaron al mercado en 1990, fueron una bendición para muchos pacientes. Cuando
Paula Cox, de 69 años, de Bainbridge Island, Washington, probó Prilosec por
primera vez, fue como "tocar el cielo con las manos" porque la
medicación evitaba los síntomas de acidez "extremadamente intensos"
que la habían acosado desde los años 80. Cox ha estado tomando las píldoras por
más de 14 años, y aunque no ha sufrido ninguno de los principales problemas de
salud que destaca la investigación, le gustaría dejar de tomarlas a diario,
especialmente a la luz de las noticias sobre los posibles efectos secundarios.
Pero Prilosec es "lo único que está funcionando", dijo Cox.
Los
PPI actúan bloqueando una enzima en las células que recubren el estómago,
evitando que éstas produzcan ácido. Son la principal terapia probada (en inglés) para trastornos
gastrointestinales superiores, disponibles bajo receta y, en dosis más bajas,
sin receta médica. Con el paso
del tiempo, la enfermedad renal crónica daña los órganos, dejando al organismo
sin la capacidad de eliminar los deshechos de la sangre a través de la orina.
Esta enfermedad poner en riesgo la vida, y los pacientes pueden necesitar
diálisis o un trasplante de riñón para sobrevivir. En 2016,
dos grandes estudios, que incluyeron datos de cientos de miles de pacientes que
tomaron PPIs con receta, plantearon preocupaciones acerca del vínculo entre las
píldoras y la insuficiencia renal, que daña los órganos, impidiendo que el
cuerpo elimine deshechos de la sangre a través de la orina. (Los medicamentos
sin receta no fueron estudiados debido a la dificultad para recopilar datos).
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