Es paradójico que el alto
comisionado de los Derechos Humanos sostenga que los niños discapacitados no
tienen derecho a nacer.
22 febrero,
2016
Estos días pasados, los medios se
hacían eco del comunicado de la ONU a través del alto comisionado de los
Derechos Humanos a que los países afectados por el zika garanticen el acceso al
aborto por el grave riesgo de microcefalia fetal asociado al contagio de este
virus. Se aprovecha este llamamiento para dejar constancia que América Latina
es una de las regiones del mundo más restrictivas en materia de aborto y por
ello se insta de nuevo a los gobiernos a legislar en favor del aborto.
En el comunicado queda patente
cuales son los objetivos que hay que eliminar urgentemente: el virus, el
mosquito que lo transmite y los microcéfalos. También da a entender que los
países con legislaciones restrictivas del aborto suponen un peligro para el
orden internacional, ya que tales ordenamientos vulneran las leyes
internacionales. En el comunicado todavía no se sugiere que haya que acabar con
esos países infectados por la lógica y racional defensa de la persona humana no
nacida, aunque sea portadora de una discapacidad.
Sorprende que la ONU ponga al
mismo nivel un virus, un mosquito y un niño discapacitado. Pero sorprende aún
más que se banalice de tal modo la discapacidad. Si se insta a abortar un
microcéfalo, no es porque sea un niño, sino porque es portador de una
discapacidad y el discapacitado es mejor eliminarlo antes del nacimiento, ya
que una vez nacido obliga a invertir en su bienestar grandes recursos, considerados
desproporcionados a su aportación a la sociedad.

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