Una
postura invasiva no ayuda en la educación de los hijos. ¿Cómo hacérselo ver a
esas abuelas sin dañarlas? A
la llegada de los nietos, la mayoría de las abuelas está dispuesta a
cambiar horarios y fórmulas de vida para adecuarse a lo que necesite el nuevo
miembro de la familia. Y, sobre todo, para ayudar al papá y la mamá que, en
muchos casos, trabajan fuera de casa.
Ante esta situación tan frecuente en la
actualidad, es habitual que los papás pidan a sus respectivos padres que les
echen una mano. Con ellos hablan entonces de cuadrar horarios, de organizar el
día a día, los fines de semana, de quién cuidará al bebé antes de ir a la guardería
o, después, de quién le va a recoger al colegio.
Así, lo habitual es que la abuela (las
abuelas materna y paterna) entienda como un felicísimo acontecimiento la
llegada de un nieto. Para ella supone volver a volcar su experiencia como
madre en actos tan cotidianos como cambiar pañales o preparar la leche si es el
caso.
Los cuidados del bebé (o del pequeño) son
esenciales, pero ¡ay de la abuela que piense que ella debe ir por delante
porque la mamá es novata o porque lo que ella opina es mejor que lo que ha
dicho la mamá! Por su parte, la abuela ha de tener en
cuenta tres ideas importantes para que todo funcione sobre ruedas:
1. Ella ya no es la mamá sino la abuela y, por lo tanto, quien en última instancia toma
las decisiones son los papás de la criatura. Así es el ciclo de la vida.
2. Han
transcurrido unos años (15 al menos) desde que ella fue mamá y, por lo tanto, hay que estar dispuesta a
aceptar que “las cosas han cambiado”. Quiere decir eso que, en lo mecánico y lo
material, sobre todo, puede que haya habido evolución desde que ella fue mamá:
en productos, en servicios, en conocimientos sobre Pediatría…
3. No
hay una fórmula única de crianza de un bebé y educación de los hijos. Hay tantas fórmulas como personas. Hay que
respetar la libertad de los padres por encima de todo.
Algunas abuelas pueden encontrarse entonces con que chocan con la hija (o la nuera) por la forma
de afrontar las distintas vicisitudes que comporta el nacimiento del bebé.
También puede ocurrir que, aunque la mamá sea experta, ellas decidan que
las horas que pasan con el bebé son dueñas de hacer lo que quieran con él. Como si el bebé fuera de su propiedad: “Deja, que ya sé
yo cómo hay que hacer esto”, “cuando lo tenga yo, voy a arreglar las cosas a mi
manera” … Acecha el peligro. Si se presenta el caso y vemos que la
abuela es intrusiva, se excede en las decisiones que toma e invade
lo que debería ser una cuestión de papá y mamá, hay que actuar con delicadeza,
pero con fortaleza, o sea, hablando con ella con claridad y
sin herir.
1.
Ante
todo, es importante agradecerle su gran ayuda. La abuela que
entrega sus fuerzas, su cariño y su tiempo a los niños. Recordemos su edad y
valoremos si aquello que le pedimos puede superar.
2.
Los
padres deben establecer mecanismos de diálogo. No solo el hijo o hija sino ambos,
porque la abuela debe someterse a ambos (no solo ha de dar cuentas a su hijo o
hija).
3.
Hay
que comprobar que lo que hace la abuela es perjudicial para papá y mamá, pero en vez de “castigarla” verbalmente, hay que presentarle
los hechos y preguntarle con qué intención lo hace. Por ejemplo: “Vemos que
siempre llegas más tarde de la hora a la que hemos quedado que traerás los
niños a casa, ¿acaso no puedes ser puntual?”.
Nos daremos cuenta de que las
abuelas a veces hacen cosas no por fastidiar por ser intrusivas sino
sencillamente porque su perspectiva es otra y no se daban cuenta del daño que
podían hacer: “Lo siento -tal vez te responda-, solo quería estar al máximo con
la nieta y no pensé en vuestra hora de la cena”.
1.
Hay
que conocer las circunstancias de la abuela. Tened en cuenta que una temporada puede estar
más cansada o más sensible.
2.
Hay
que intentar que el papel de la abuela quede establecido antes de que las
circunstancias nos devoren.
Planificar con tiempo su colaboración y así correrás menos riesgos de encontrar
que la abuela ha invadido un territorio que no le correspondía.
3.
Hay
que educar afectivamente a los abuelos como tales. Los papás no nacen con un libro de instrucciones
sobre cómo serlo, y los abuelos tampoco. Sí nacen con muchos talentos, así que
hay que saber orientarlos bien.
Tres recomendaciones
Para que esto no ocurra, hay que buscar
modos de hacer crecer en la familia a una abuela con tres
características primordiales:
1. Una
abuela sabia es la que verdaderamente sabe estar en su lugar. Es prudente: pregunta, busca consejo (sí, aunque
haya hecho esto antes mil veces), lee, se informa y, sobre todo, actúa según el
criterio de los papás.
2. Una
abuela competente es la que considera que no lo sabe todo. Quiere formarse como abuela: saber cuál es ese
papel que ayuda tanto a los papás, que es importante en la crianza y la
educación de los nietos, y al mismo tiempo es secundario con respecto a los
padres.
3.
Una
abuela inolvidable es la que refuerza al papá y la mamá en todos los campos: habla bien de ellos delante de los nietos,
facilita la tarea de padres a los padres, refuerza los lazos de unión de la
familia y concretamente de la pareja… y se permite ciertos “extras” como
abuela siempre y cuando no interfieren en los valores que los padres tratan de
inculcar en los menores.
Por encima de todo, y
aunque pueda haber en algún momento una situación de abuela intrusiva que
hay que rectificar, no olvides que los abuelos son un tesoro en la familia y que la aportación que pueden hacer a la educación de los
hijos es infinita. Deja
que tus hijos se empapen del saber y del cariño de quien los quiere. Ser intrusivo no pertenece al ADN de la
abuela. Por lo tanto, siempre se podrá cambiar (si
vosotros queréis y ella quiere). Paciencia, cariño y palabras de
lealtad.
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