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domingo, 22 de octubre de 2017

Qué deberías ponerte después de los 50



Cuando se trata de la actitud, y no de la moda, hay comportamientos infalibles. Conócelos.
Hay muchísimos artículos, algunos muy buenos, sobre cómo estar a la moda a partir de los 50. En realidad, pienso que para ir bien vestida y con estilo a cualquier edad, hay que emplear el sentido común. Lo mejor es que te pongas lo que te hace sentir cómoda y segura de ti misma. Esto va cambiando, no solamente con los años, sino también con la evolución personal de cada una. Lo que me pongo y me gusta hoy, quizá me parezca ridículo dentro de dos años. Simplemente con mirarme en el espejo o preguntar a mis hijas adolescentes, me doy cuenta de que determinada prenda me queda bien o no me queda del todo.

Sin embargo, siempre tengo en cuenta una serie de aspectos que no tienen nada que ver con la moda. Creo que muchas mujeres dejarían de sentir que pasan desapercibidas a partir de una cierta edad si prestaran más atención a cuestiones que no son tan obvias, pero que tienen aún mayor importancia. Si no queremos que nos discriminen por la edad, lo que podemos hacer es cultivar una actitud positiva ante la vida, sin importar los desafíos que nos haya deparado hasta ahora la edad. Si mantenemos una disposición afable y abierta al cambio, a nuevas experiencias, mejoraremos nuestras relaciones personales y profesionales. Esto contribuye a sentirse mejor y a estar preparadas ante nuevas oportunidades. Aquí te presento los que debes—y no debes—llevar puesto.

Lo que No debemos llevar puesto a partir de los 50
El ceño fruncido. El ceño fruncido te creará arrugas en el entrecejo. Además, fruncir el ceño hace que te sientas triste y enojada, aunque no tengas motivos externos por los que sentirte así, según dice un artículo (en inglés) de la revista Scientific American.  El verte enojada puede afectar tus relaciones con otras personas. Para no fruncir el ceño y relajar la frente, puedes practicar algo tan sencillo como ejercicios de relajación, algún tipo de yoga, o recibir un masaje facial. Una actitud amargada. A estas alturas de la vida todos hemos pasado por dificultades, hemos sufrido pérdidas, algunos hemos pasado por divorcios, bancarrotas y problemas de salud. El caso no es hacer un balance negativo para ver quién ha sufrido más. Al contrario, debemos aprender de estas experiencias y utilizarlas para ser más compasivas. A manera de ejemplo, te cito el libro El hombre en busca de sentido, de Víctor E. Frankl, psiquiatra y escritor, que fue prisionero en los campos de concentración Nazis y perdió a muchos miembros de su familia en el Holocausto. En su libro narra cómo, a pesar de perderlo todo de una manera tan trágica, aún creía que valía la pena vivir la vida.

La falta de paciencia. A esta edad, me he dado cuenta de que no tiene sentido perder la paciencia por pequeñeces. Mi vida es muchísimo más agradable ahora que antes, y acepto el hecho de que no puedo cambiar a los demás. Cuando era más joven, me exasperaba por cosas que ahora veo que no tenían importancia. La vida es mucho más llevadera cuando no permites que casi nada te altere. Escuchar música suave, meditar y escribir mis sentimientos en un diario, me ayudan a mantener la calma. Además, como me hice madre siendo un poco mayor, también me permite ser mejor mamá para mis hijos adolescentes.

Lo que Sí debemos ponernos a partir de los 50
Una actitud soñadora y emprendedora. Lo que más envejece a cualquier persona es el dejar de lado los sueños y las ambiciones. Mi abuelo murió a los 90 años y hasta la última exhalación siguió escribiendo libros y poemas, siempre pensando en nuevos proyectos. No es preciso ser escritor, puedes plantearte volver a la universidad, montar tu propio negocio, aprender una nueva especialidad o hacerte voluntario. El caso es despertarte cada mañana con alegría de vivir y ganas de o contribuir con tu grano de arena o dejar tu huella en este mundo.

La disposición de perdonar. Si hay algo que me hubiera gustado aprender en la juventud es la disposición mental y espiritual de perdonar, tanto a los demás como a mí misma. El perdonar las malas pasadas de la vida, las de otras personas e incluso las nuestras produce una sensación de liberación. Tanto es así, que toda esa energía que malgastamos echando culpas y rumiando sobre cosas del pasado queda libre para disfrutar del momento, de los seres queridos, de la vida. Perdonar no significa que te parezca bien que te hayan hecho daño, sino que tienes la capacidad de seguir hacia delante a pesar de ello. ¡Borrón y cuenta nueva!

La alegría de vivir. Es una idea ilusoria pensar que hay gente que siempre está feliz. Pero también es cierto que, a pesar de las vicisitudes de la vida, estas se pueden afrontar con positivismo. Si no eres una persona alegre por naturaleza, te digo por experiencia que se puede aprender a serlo. Mi familia tiene un historial de depresión y a mí me tocó sufrirla varias veces. Pero nunca he dejado de practicar la gratitud, las afirmaciones positivas como: “Cada día me siento más y más alegre”; y de encontrar maneras de elevar mi ánimo. A casi cumplidos los 53 años, lo que más me ayuda a seguir adelante, a pesar de los desafíos que surgen, es eso, la alegría de vivir.


¡Ánimo, que la vida son dos días!

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