Cuando
se trata de la actitud, y no de la moda, hay comportamientos infalibles.
Conócelos.
Hay muchísimos artículos, algunos muy buenos, sobre cómo estar a la moda a partir de los
50. En realidad, pienso que para ir bien vestida y con estilo a
cualquier edad, hay que emplear el sentido común. Lo mejor es que te pongas lo
que te hace sentir cómoda y segura de ti misma. Esto va cambiando, no solamente
con los años, sino también con la evolución personal de cada una. Lo que me
pongo y me gusta hoy, quizá me parezca ridículo dentro de dos años. Simplemente
con mirarme en el espejo o preguntar a mis hijas adolescentes, me doy cuenta de
que determinada prenda me queda bien o no me queda del todo.
Sin
embargo, siempre tengo en cuenta una serie de aspectos que no tienen nada que
ver con la moda. Creo que muchas mujeres dejarían de sentir que pasan desapercibidas a partir de una
cierta edad si prestaran más atención a cuestiones que no son tan obvias, pero
que tienen aún mayor importancia. Si no queremos que nos discriminen por la edad, lo que podemos hacer
es cultivar una actitud positiva ante la vida, sin importar los desafíos que
nos haya deparado hasta ahora la edad. Si mantenemos una disposición afable y
abierta al cambio, a nuevas experiencias, mejoraremos nuestras relaciones
personales y profesionales. Esto contribuye a sentirse mejor y a estar
preparadas ante nuevas oportunidades. Aquí te presento los que debes—y no
debes—llevar puesto.
Lo que
No debemos llevar puesto a partir de los 50
El ceño
fruncido. El ceño fruncido te creará arrugas en el entrecejo. Además, fruncir el
ceño hace que te sientas triste y enojada, aunque no tengas motivos externos
por los que sentirte así, según dice un artículo (en inglés) de la revista Scientific
American. El verte enojada
puede afectar tus relaciones con otras personas. Para no fruncir el ceño y
relajar la frente, puedes practicar algo tan sencillo como ejercicios de
relajación, algún tipo de yoga, o recibir un masaje
facial. Una actitud amargada. A estas alturas de la vida
todos hemos pasado por dificultades, hemos sufrido pérdidas, algunos hemos
pasado por divorcios, bancarrotas y problemas de salud. El caso no es hacer un
balance negativo para ver quién ha sufrido más. Al contrario, debemos aprender
de estas experiencias y utilizarlas para ser más compasivas. A manera de
ejemplo, te cito el libro El
hombre en busca de sentido, de Víctor E.
Frankl, psiquiatra y escritor, que fue prisionero en los campos de concentración
Nazis y perdió a muchos miembros de su familia en el Holocausto. En su libro
narra cómo, a pesar de perderlo todo de una manera tan trágica, aún creía que
valía la pena vivir la vida.
La
falta de paciencia. A esta edad, me he dado cuenta de que no tiene sentido
perder la paciencia por pequeñeces. Mi vida es muchísimo más agradable ahora
que antes, y acepto el hecho de que no puedo cambiar a los demás. Cuando era
más joven, me exasperaba por cosas que ahora veo que no tenían importancia. La
vida es mucho más llevadera cuando no permites que casi nada te altere.
Escuchar música suave, meditar y escribir mis sentimientos en un diario, me
ayudan a mantener la calma. Además, como me hice madre siendo un poco
mayor, también me permite ser mejor mamá para mis hijos adolescentes.
Lo
que Sí debemos ponernos a partir de los 50
Una actitud soñadora y
emprendedora. Lo que más envejece a cualquier persona es el dejar de lado los sueños y
las ambiciones. Mi abuelo murió a los 90 años y hasta la última exhalación
siguió escribiendo libros y poemas, siempre pensando en nuevos proyectos. No es
preciso ser escritor, puedes plantearte volver a la universidad, montar tu
propio negocio, aprender una nueva especialidad o hacerte voluntario. El caso es
despertarte cada mañana con alegría de vivir y ganas de o contribuir con tu
grano de arena o dejar tu huella en este mundo.
La disposición de
perdonar. Si hay algo que me hubiera gustado aprender en la juventud es la
disposición mental y espiritual de perdonar, tanto a los demás como a mí misma.
El perdonar las malas pasadas de la vida, las de otras personas e incluso las
nuestras produce una sensación de liberación. Tanto es así, que toda esa
energía que malgastamos echando culpas y rumiando sobre cosas del pasado queda
libre para disfrutar del momento, de los seres queridos, de la vida. Perdonar
no significa que te parezca bien que te hayan hecho daño, sino que tienes la
capacidad de seguir hacia delante a pesar de ello. ¡Borrón y cuenta nueva!
La alegría de
vivir. Es una idea ilusoria pensar que hay gente que siempre está feliz. Pero
también es cierto que, a pesar de las vicisitudes de la vida, estas se pueden
afrontar con positivismo. Si no eres una persona alegre por naturaleza, te digo
por experiencia que se puede aprender a serlo. Mi familia tiene un historial de
depresión y a mí me tocó sufrirla varias veces. Pero nunca he dejado de
practicar la gratitud, las afirmaciones positivas como: “Cada día me siento más
y más alegre”; y de encontrar maneras de elevar mi ánimo. A casi cumplidos los
53 años, lo que más me ayuda a seguir adelante, a pesar de los desafíos que
surgen, es eso, la alegría de vivir.
¡Ánimo, que la vida
son dos días!
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