Conoce los mitos y verdades sobre el
popular líquido.
Cuando estudié medicina, un largo y complejo capítulo
de una de las materias era el equilibrio ácido-base, el balance entre la acidez
y la alcalinidad determinado por el pH, es decir la concentración de iones de
hidrógeno que tiene una sustancia. Más adelante, en la clínica comprendí la
importancia de ese balance para la salud. Aunque el pH en el cuerpo humano varía sustancialmente de un órgano a otro,
necesitamos que nuestra sangre tenga un pH de 7.35, ligeramente alcalino,
considerando que se mide en una escala del
0 al 14, donde el 0 es la acidez extrema y el 14 la alcalinidad absoluta.
Los
médicos intensivistas manejan estos parámetros todos los días ya que este
delicado equilibrio se altera en condiciones de emergencia en el organismo con
resultados potencialmente fatales. Pero a nivel cotidiano, ciertos factores
pueden, a la larga, afectar el pH del organismo. Se ha demostrado que el exceso de sal y de azúcar
refinada en la dieta, los alimentos procesados, los pesticidas, el estrés y la falta de
sueño contribuyen a una sobreproducción de ácido en tu sangre. Además, con el
paso de los años vamos perdiendo la capacidad de regular adecuadamente el
equilibrio ácido-base, por lo que una dieta baja en potasio y rica en sodio nos
lleva a una ligera acidosis metabólica perjudicial para la salud.
Pero ¿qué tiene que ver el
consumo del agua alcalina con todo esto? Larga es la lista de beneficios que se
atribuyen al agua alcalina. Seguramente has visto anuncios en medios de
comunicación o amistades te han recomendado consumir agua alcalina para alargar
la vida, prevenir la osteoporosis y las
enfermedades cardiovasculares, la diabetes, los trastornos
neurodegenerativos o incluso —lo más preocupante desde mi punto de vista—
tratar el cáncer.
La
acidez se relaciona con el desarrollo de cáncer y con un incremento del
cortisol, la hormona del estrés, que resulta nociva para nuestra salud al
propiciar el sobrepeso, la enfermedad cardiovascular y también el desarrollo
de tumores malignos. Ante este
ácido escenario, múltiples investigaciones buscan demostrar los beneficios de
propiciar la alcalinidad en el cuerpo. Está claro que una dieta rica en frutas,
verduras y granos enteros contribuye a mantener la salud por múltiples motivos,
entre ellos por la cantidad de minerales que, además de otros factores, regulan
el pH. La mayoría
de los beneficios del agua alcalina se atribuyen a su supuesto efecto reductor
del estrés oxidativo.
Un exceso de iones hidrógeno deja menos oxígeno
disponible para las células y genera una mayor acidez. En tanto que un estado
alcalino implica que hay menos iones hidrógeno y por lo tanto más
disponibilidad de oxígeno. Hay varios
tipos de agua alcalina disponibles comercialmente, desde aquellas que pasan por
un proceso de ionización, para lo cual hay múltiples marcas de filtros, hasta
las que son naturalmente más alcalinas al provenir de las montañas y pasar por
las rocas que las van nutriendo con minerales. Algunas marcas ostentan tener un
pH de 9. Pero la pregunta es, ¿realmente la receta de una larga y saludable
vida radica en consumir agua alcalina todos los días? Si bien en Japón hay
publicaciones que corroboran los beneficios del agua alcalina, en Occidente no
hay estudio científico que compruebe al 100% de sus virtudes en la prevención y
lucha contra las enfermedades crónico-degenerativas. El único padecimiento con
el que se ha logrado relacionar el beneficio del agua alcalina es la enfermedad por reflujo
gastroesofágico, donde el líquido
permite contrarrestar la acidez al impedir la activación de la pepsina y
ejercer un efecto antagonista del ácido, reduciendo las molestas agruras. Sin
embargo, alcalinizar el estómago puede traer como consecuencia dificultad al
digerir la comida y otras molestias.
Ahora bien, si eres un atleta de
alto rendimiento, el consumo de agua alcalina podría ayudar a revertir la
deshidratación y el cansancio producto del ejercicio extenuante, gracias a su
mayor concentración de electrolitos. Sin embargo, se recomienda investigar más
a fondo para determinar los beneficios reales para los deportistas en
comparación con otras bebidas especialmente diseñadas para este grupo.
Mientras
los científicos siguen trabajando en estudios concluyentes en relación con el
agua alcalina, mi recomendación es no dejarnos llevar por la ola mercadotécnica
y en la medida de nuestras posibilidades, beber agua pura que idealmente
provenga de las montañas, además de consumir una dieta rica en verduras y
frutas. El consumo de estos productos de la naturaleza mejora la relación entre
el sodio y el potasio, dando como resultado una mayor salud de los huesos,
reducción de la pérdida muscular que se incrementa después de los 50 y ayuda a
prevenir la hipertensión con sus fúnebres consecuencias.
por: Diane Pérez, M.D