Discapacitado de 24 años, interviene en el debate
sobre la aprobación de la eutanasia, en particular tras la aprobación de la
muerte provocada para niños en Holanda.
Joven de 24 años:
"Con la eutanasia no estaría entre vosotros"
Me
llamo Giovanni Cicconi Bonizio. Vivo en
Roma; tengo 24 años. Hace un tiempo, en varios periódicos italianos se
publicaron artículos sobre un pediatra holandés que practica la eutanasia en
pequeños pacientes con distintas enfermedades o discapacidades a fin de
librarles del destino de una vida imposible y tal que no vale la pena ser
vivida. Oigo hablar de un referéndum, de dejar paso a la libre investigación
científica: son otros terrenos, pero cercanos al del médico holandés. He
llegado a hablar con alguno y me he dado cuenta de que es un tema vivo y que es
una postura que se ha abierto camino.
Entre los casos en los que el médico ha practicado la eutanasia está el de un
niño nacido con espina bífida (mielomeningocele).
Eutanasia por «sentido profesional» y por «amor» según el relato. Preguntaba el
médico, de hecho, casi con horror, en un periódico: «¿Pero han visto alguna vez a un niño nacido con espina bífida?».
Querría cambiar la pregunta: ¿Habéis visto alguna vez crecer a un niño con
espina bífida y convertirse en chaval, en joven, en adulto? ¿Lo habrá visto él
alguna vez? Junto a otra: ¿cuándo una vida es tal que merezca la pena ser
vivida? Me parece que muchos hablan como si la respuesta fuera obvia, pero
precisamente obvia no es. Evidentemente debo ser un superviviente. No debería existir: nací con
espina bífida. Sin embargo, tengo una vida rica, intensa, también muchos
amigos. He superado los exámenes de secundaria y tengo mi diploma. Desde el
pasado junio trabajo en un banco de interés nacional. Mi vida es lo que se
diría «una vida llena de intereses». Mi trabajo es bueno, mi familia es la que
desearía a muchos. Algunos problemas más en la vida me han creado una
sensibilidad abierta a las dificultades de los demás y tal vez por esto es por
lo que desde hace años salgo al encuentro de los ancianos: la amistad les ayuda
a vivir también a ellos.
Leo, hablo, escribo, sé usar el ordenador como todos los
chicos de mi edad. Cuando nací pocos apostaban por mí. Afortunadamente hubo
quien me quiso, verdaderamente, y no se asustó. Poco a poco pude erguirme,
incluso caminar y hacerlo bien. Me muevo por mí mismo en una ciudad como Roma.
Me ha costado más que a los demás, soy más orgulloso que los demás. No calculo
mi inteligencia (ni la del médico holandés), pero ciertamente pueblo hablar,
expresar lo que pienso, aunque ese médico teorice que aquellos como yo no pueden
comunicarse y por eso sería mejor que desaparecieran.
Mi Vida No Es Ni Triste Ni Inútil
Cierto, he sufrido varias intervenciones quirúrgicas que me han ayudado
a superar problemas de distinto tipo y me han permitido vivir lo más posible
una vida –como se dice-- normal. No ha sido siempre fácil; alguna vez también
he sufrido, pero en las camas cercanas a la mía había siempre muchos otros
chicos con el mismo deseo de sanar, de comunicar, de hacer amigos y sobre todo
de vivir. Existe en cambio ahora una incapacidad de concebir la vida
cuando hay dificultades que superar. El médico holandés y los que piensan como
él deberían cuestionarse su miedo a la vida. Miedo a una vida que contiene
cansancio, conquista, lucha, derrotas, victorias, y que no es sólo un simple
crecimiento biológico, tal vez embriagado de las últimas, pero satisfactorias,
modas. Una postal de «guapos» y «triunfadores» que se diluye con las primeras
dificultades de la vida, donde todos exhiben su gran sonrisa y hacen «fitness» y «Bach Volley».
Pienso que todos deberíamos preguntarnos un poco más qué es
verdaderamente humano y qué no lo es, en lugar de estar sorprendidos por el
hecho de que en nuestra sociedad aumenta el número de personas deprimidas, que
miles hacen cola para convertirse en azafatas de shows televisivos, que
millones sueñan con adivinar «el precio justo» y que no se sabe qué les importa
de verdad a los jóvenes. El problema es que no siempre se hace todo lo que se podría
hacer por ayudar a quien tiene un problema, una enfermedad, a vivir mejor. Es
sobre esto sobre lo que el médico holandés y quien piensa que la eutanasia es
un modo de dar dignidad a la vida debería gastar más energías y conocimientos. La eutanasia en niños me parece de verdad horrible, porque no se saben defender.
Se mata --porque de eso se trata-- a los que tienen defectos sin esperar
siquiera a que crezcan para ver qué ocurre, sin dar en cambio aquello que es
necesario: más ayuda a quien solamente es más débil. La propuesta es ésta: si
precisamente queremos eliminar algo, entonces en lugar de abolir la fragilidad
es mejor comenzar por el miedo a la fragilidad, que nos hace a todos más
deshumanizados (y más indefensos).
Giovanni Bonizio
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